martes 3 de marzo de 2009
Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)
En algún lugar de la partidocracia, en el despacho del proselitismo y sobre el escritorio donde se confeccionan los discursos de campaña, existe un prontuario electoral válido para todos los candidatos: ahí se desglosan las promesas, se conjugan las ofensas en el pasado pluscuamperfecto y se indican los adjetivos aplicables para describir un porvenir irrealizable…
El proceso electoral 2009, que redefinirá la geografía del poder en México, inicia estigmatizado: la partidocracia se ha involucrado en un vulgar intercambio de insultos y el árbitro electoral carece de autoridad jurídica y moral para sancionar el proceso.
El estigma de la partidocracia se enfatiza por las asombrosas similitudes en las propuestas de los partidos políticos: salvo pequeñas variaciones, todos prometerán empleo, seguridad, educación, bienestar. Las promesas de campaña sólo se distinguirán por el tono de las arengas, porque también comparten el carácter difuso que las hace irrealizables. Y así, el proselitismo que viene, se escribirá con los tintes más agudos de la demagogia.
Otra similitud en las estrategias proselitistas de todos los partidos es la crisis global y galopante, como el contaminante que pulula entre las líneas del discurso. Por eso, la propaganda política desplegará los peores augurios y desencadenará amenazas inminentes para exacerbar el miedo ante un futuro incierto y sombrío. Incluso, Porfirio Muñoz Ledo ya pronostica una drástica ruptura del orden social en el 2010.
Sin embargo, frente a la parafernalia electorera y desmintiendo al discurso de la partidocracia, se erige una insufrible realidad: la desatención a sectores marginales, el rezago en la infraestructura educativa, la ineficiencia y deficiencia de las políticas públicas. Esos son los logros realmente alcanzados por la clase gobernante.
Pero la contundencia de esa realidad no figura entre las líneas del discurso partidista, porque yace en el lumpen de la indiferencia gubernamental, en los cinturones de miseria, en hospitales decrépitos, escuelas en ruinas, servicios deplorables, necesidades básicas insatisfechas.
Hoy por hoy, en la clase política se concentra el repudio social. Ningún partido alcanza el índice mínimo de confiabilidad pero el electorado deberá elegir entre ellos. La disyuntiva reside en legitimar a la partidocracia: cualquiera que sea el resultado en las urnas ratifica y justifica el sistema político actual, porque el abstencionismo no ha sido suficiente para expresar el rechazo del electorado; luego entonces, la única opción posible sería el voto nulo, porque en México no existe la opción del voto en blanco.
Sí!... el desencanto surge cuando el discurso mediático difunde un país irreal, cuando se distorsiona la realidad… y se promete un porvenir irrealizable…
Laura M. López Murillo es columnista local. Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos Especializada en Literatura en el Itesm.
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