Manuel Camacho Solís
Más allá de la decisión que cada quien tome (yo votaré por el PRD para fortalecer la gobernabilidad en el DF), es un error subestimar el impacto que pueda tener la protesta ciudadana que se aglutina en torno a la consigna de votar para anular.
No será determinante para el desenlace inmediato, pero en una situación tan efervescente y polarizada como la que se vive, no se puede descartar su potencial. Por lo pronto ha aglutinado a destacados líderes de opinión, jóvenes que se comunican entre sí y empieza a tener un efecto catalítico sobre la inconformidad social con el statu quo político.
Esta protesta ciudadana puede tener cuatro desenlaces después de la elección: diluirse; exacerbar el descontento; acelerar las respuestas autoritarias del régimen; o contribuir a oxigenar la vida política y reencauzar la inconformidad social por vías pacíficas y democráticas hacia 2012.
Puede diluirse. Hay movimientos que despiertan un gran interés, pero que tienen una corta duración. Si el porcentaje de anulaciones no crece, o si no se encauza el movimiento, la protesta habría sido inocua.
Puede exacerbar el descontento. En Argentina, antes de la crisis económica de 2001, ocurrieron dos hechos políticos fundamentales que habían debilitado a la autoridad: en las últimas elecciones intermedias creció significativamente el voto nulo y las movilizaciones populares de los piqueteros iban en un franco ascenso. Cuando la inconformidad salió a las calles, y se le intentó detener por la fuerza desde una autoridad ya debilitada, se derrumbó el gobierno de De la Rúa y se precipitaron varias crisis constitucionales hasta que, después de varios fracasos, el partido peronista logró, con Kirchner, estabilizar el gobierno.
Puede acelerar las respuestas autoritarias del gobierno. Entre mayor pueda ser la crisis de representación y legitimidad, y conforme creciera el temor de que se conecte con la violencia, mayor sería la probabilidad de un movimiento pendular que fuera del caos al autoritarismo.
Finalmente, la protesta puede ayudar a contener la descomposición, ensanchando los espacios de la política y la solución pacífica de los conflictos. Por más que duela reconocerlo, ante la muy baja capacidad de previsión de los líderes políticos del país, se ha necesitado de una presión externa para forzar las correcciones y las reformas. Para que la protesta del voto nulo pudiera colocarse en esa posibilidad, tendría que dar dos o tres pasos hacia adelante después de las elecciones.
¿Qué faltaría? Encauzar un movimiento que, en vez de mirar hacia adentro, diera la cara a la sociedad, para abrir una alternativa a los ciudadanos más conscientes que desean participar, pero están decepcionados e inconformes con el desenlace de la alternancia, el fracaso de la política de desarrollo, la inseguridad y los extremos de la desigualdad. Se requeriría de un aterrizaje: pasar del “no” a la impunidad y al burocratismo al “sí” de la alternativa, como propuesta y operación política.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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