Por otra parte, los saldos políticos están en función de los objetivos iniciales y de los logros, y, por fortuna o por desgracia, siempre es más fácil valorar las decisiones que se llevan a la acción (Alternativas A), pues las que se quedan en el ámbito del “si se hubiera” (Alternativas B), son vectores de múltiples sentidos.
La Alternativa A con la que el PRD afrontó la contienda electoral del 2007 en Sinaloa, fue errática y llena de contradicciones y conflictos.
Primero, porque su eje central aprobado por el Congreso Estatal Extraordinario con una ventaja de veinte votos, orientado a promover alianzas con el PRI para contener un presunto avasallamiento derechista del PAN que resultó un espantajo, en los hechos fue suplantado por una imprevista y autoritaria política de nominación de candidaturas externas, que generó conflictos de impacto social.
Segundo, porque las deficiencias anteriores fueron reforzadas por una serie de delitos (algunos aun impunes), dispersión política y organizativa de las campañas y falta de finanzas, que degradaron el efecto de la campaña y replantearon la desarticulación de las pendientes positivas nacionales con las negativas locales.
Tercero, porque la errónea estrategia subrepticiamente abandonada dejó al PRD desarmado (quizás con beneplácito de algunos) ante la ofensiva de sus adversarios, cuyas marrullerías habrían de ser redimensionadas antes de contrarrestadas, generando efectos desalentadores en la militancia. El caso más patente fue el intenso y prolongado regalo de consultas médicas hasta en la UAS por el candidato priista a la presidencia municipal de Culiacán, Jesús Vizcarra Calderón.
Cuarto, la desarticulación de campañas fue un signo de la dispersión con la cual la dirección estatal afrontó el proceso, pues en lugar de centralizarlas para eficientarlas con ejes de campaña municipales, estatales y nacionales, tales como el “gasolinazo”, se limitó al trabajo y las prioridades individuales de los dirigentes.
Quinto, la desarticulación y casi desaparición de la dirección estatal y las direcciones municipales, inmersas con meses de anterioridad en el reparto de las plurinominales.
Dejamos la explicación de estos hechos para después.
La Alternativa B propuesta por los suscritos, se resume así: rechazo a la alianza con el PRIAN, recuperación de la sincronía con la pendiente positiva impulsada por la campaña de AMLO, poniendo al partido en el centro de la convocatoria a votar para destacar su función social en la lucha por un cambio democrático traicionado en lo nacional mediante el fraude del 2006 y estancado localmente en todos los niveles del Estado. Propusimos dar coherencia a esta estrategia organizándola estatalmente en torno a ejes políticos y campañas de los candidatos plurinominales, para eficientar las exiguas finanzas disponibles y potenciar las candidaturas internas de bajo perfil en construcción, sin despertar ilusiones en el efecto de los candidatos externos a los que calificamos de “tránsfugas” porque cruzan sin escrúpulos por todo el prisma partidista, contribuyendo a corromper y desfigurar la política.
Pareciera que quien mejor comprendió las necesidades de la coyuntura electoral y las debilidades de la oposición fue el propio gobierno priista, pues para reivindicar su gestión, prevenir posibles críticas a su incapacidad y estancamiento y dar certeza a sus electores, dejó en libertad a sus operadores para reproducir sus trucos corporativos tradicionales y organizó su campaña en torno al slogan de “Sinaloa avanza”. A lo más que pudo llegar el PAN fue a proponer “el regreso” vengador de un dudoso caballo de los pobres que ya no pudo volver a robar a su tierra. El PRD, sin embargo, adoleció de perspectiva.
La posibilidad de dilucidar los resultados prácticos de la Alternativa B, está en el campo de la ciencia ficción. Algunos candidatos plurinominales en su carácter de dirigentes partidarios hicieron eco a parte de nuestra propuesta encabezando candidaturas Distritales que apoyamos con nuestro trabajo, pero careció de efectos especiales porque fue una decisión aislada y parcial.
Conscientes de que a su Alternativa A no le fue bien, la mayoría de quienes en la dirección estatal la impulsaron están contestando sensiblemente al proponer una recomposición temporal de las direcciones, previamente a su renovación definitiva en las elecciones del 2008, sustentándose en un balance autocrítico para ubicar los errores y las vías para superarlos.
Compartimos esta visión, porque la comentamos con algunos de quienes la abanderan. Sin embargo, si la misma llegara a configurarse en método, podría resultar en un vicio en marcos degradados, o en un simple recurso de campaña, si no hay voluntad para elaborar un balance sincero y llevar adelante los cambios que el partido exige desde hace tiempo, los cuales han sido frenados por intereses fraccionales internos mezclados con intereses de poder externos que nos usan de instrumentos, debilitan nuestra labor o generan conflictos como los que vivimos durante el proceso en comento.
El riesgo se acrecienta si se considera que con frecuencia, la ética aparece como un elemento ajeno a un arte político que se precia eficaz por su menosprecio a las ideas y su reconocimiento a la habilidad para ganar posiciones, haciendo de las dinámicas partidarias auténticos “ajustes de cuentas”, “choques de trenes” o “juegos de canicas” que, cual ruletas, se dirimen en silencio. La Revolución Francesa demostró que la guillotina se revierte cuando se usa sin límites; de ahí que el radical Robespierre terminara siguiendo el camino de sus víctimas. En el país de las maravillas la decapitación deviene en manía enfermiza de una autoritaria reina de corazones rojos que quiere cortar la cabeza hasta del gato flotante que no tiene cuerpo. Decir lo anterior no significa encubrir actos delictivos ni solapar impunidades.
La voluntad para recomponer las direcciones es un mensaje positivo hacia los electores en la lucha por rescatar su confianza, así como un recurso para afrontar los procesos internos de impunidad, corrupción y desconfianza, pero solo si va acompañada de un programa de renovación serio y sincero y de un consenso que impida que el remedio sea peor que la enfermedad.
Balance y renovación comportan elementos nacionales porque en las decisiones intervinieron dirigentes nacionales, pero no solo eso. En el fondo de los problemas están las diferencias políticas nacionales que dan razón de ser a por lo menos dos de las corrientes internas, relacionadas con el balance de las elecciones del 2006, la estrategia a seguir ante el gobierno espurio de Calderón, la estrategia adoptada por la CND y ratificada por el Congreso Nacional y con los modelos de partido y de nación que queremos, cuestiones que estuvieron en juego en esta campaña, impactando no solo los resultados del PRD, sino también estimulando el marcado abstencionismo que vivimos, pues la ambigüedad no ayuda al electorado a distinguir las diferencias entre las diversas opciones, pues por desgaste o cobardía y negando su propio pasado, la oposición ha terminado considerando más rentable la danza de los velos que las definiciones. Armando Uribe entiende esto al explicar el abstencionismo y el desplome opositor diciendo que: “No fue falta de recursos, sino de ingenio (e) indignación. Los problemas por los que atraviesa el país, y que repercuten en el estado, no fueron abordados con el coraje y la inteligencia necesarios” (Por vergüenza que se vayan, Crucial, No. 399, Octubre 2007)
Pero las diferencias seguramente encontrarían un mejor cauce en los marcos de un partido democrático y estructurado de los pies a la cabeza y que no fuera casi solamente cabeza. Hasta ahora el partido se reduce a una federación de corrientes no siempre bien sustentadas políticamente, que se construyen como partidos que se neutralizan mutuamente. Este es un viejo y reconocido problema que deberá afrontarse si queremos superar el maleficio electoral del 10%.
Después del modelo de partido, el otro problema estratégico que debe afrontarse es, no qué tipo de partido queremos, sino qué tipo de partido necesita la transición democrática y el progreso de México. Esto implica definir si construimos un partido de “centro”, de “centroizquierda” o “socialdemócrata o, en definitiva, uno de “izquierda”. Nos parece que los diversos espacios intermedios entre la derecha y el centro están muy disputados, incluso por los corrimientos electoreros de quienes traicionan la democracia y luego amenazan con rebasar hasta por la izquierda. Los resultados de la radical y hasta obrerista campaña electoral de AMLO en el 2006, no dejan lugar a dudas de que se equivocan quienes en el PRD atribuyen más “eficacia” a las veleidosas vías intermedias, que a la definición por una izquierda consecuente y pacífica.
En el fondo de la falta de sincronía que ha existido entre las dinámicas nacionales, estatales y regionales caracterizadas por un norte panista, un Sur entre perredista y continuista, pero no conservador y un Norte panista, que se reflejan a su vez en las dinámicas perredistas, están, en efecto, los diversos grados de desarrollo económico y cultural del país; pero también la incapacidad que el PRD ha tenido de sobreponerse al determinismo material, haciendo valer el peso de la subjetividad para convencer a la sociedad de la viabilidad de la izquierda para conducir los procesos. Los vaivenes de la izquierda local en sus diversos contextos ayudan a explicar las causas de sus debilidades.
El carácter del presente documento impide desarrollar algunos asuntos. Baste por ahora ratificar propuestas que hemos presentado, para consolidar la acción política y la organización partidaria, algunas de la cuales son ya patrimonio de un amplio sector del partido:
1) Desarrollar la estructura y formas de funcionamiento democrático partidario, para atraer a mayores núcleo sociales a la toma de decisiones y ampliar los marcos de convivencia política entre las corrientes, mediante la regularización del funcionamiento de todas las instancias (consejos municipales, estatales, comités de base, etc), creación de Comités Distritales, Asambleas Permanentes de barrio o colonia, programación de eventos centrales (deliberativos, formativos, ceremoniales), organización de campañas en torno a propuestas de desarrollo urbano, legislativo, económico, etc.
2) Para fortalecer la actividad y promover marcos de encuentro interno, crear instancias políticas de seguimiento y coordinación del trabajo en los sectores sociales (universitarios, académicos en general, sindicales, agropecuarios), las instituciones (regidores, diputados, cabildos), las colonias, etc.
3) Creación de los órganos de difusión y propaganda partidarios que nos permitan independizarnos del control ejercido por las instituciones y empresas tradicionales, tales como: periódicos y revistas comerciales y/o partidarios, programas particulares, boletines informativos internos, actas de reunión, radio, televisoras, etc.
4) Promover un debate respetuoso de las diversas visiones y propuestas con el fin de clarificar las diferencias que sustentan las corrientes, consolidar la formación política y el respeto por las decisiones mayoritarias, así como hacer renacer la ética del cambio y la cooperación política libre y voluntaria.
5) Necesidades inmediatas: a) desarrollar el proceso interno de cambio de dirigencias nacional y local, con la implementación de una Comisión Fiscalizadora del Proceso Electoral a escala Municipal y Estatal, para prevenir conflictos y garantizar la imparcialidad del mismo con respeto y democracia, evitando una nueva implosión que acreciente los saldos negativos; b) Transparentar la administración financiera para restituir la confianza política de los órganos y entre la militancia c) resolver los problemas de la confrontación en la UAS y decidir los mecanismos de nuestra intervención organizada en la sucesión rectoral y cambio de dirigencia sindical; c) iniciar las reuniones sectoriales y creación de instancias.
Culiacán, Sinaloa a
POR “REGENERACION”
Magali Reyes Chávez Guillermo Sandoval Arturo Zavala Zavala
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