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CONTRIBUCION AL DEBATE SOBRE EL PERFIL DE IZQUIERDA DEL PRD

El 24 de noviembre se realizó el VII Conejo Estatal del PRD en Sinaloa, para evaluar el proceso electoral del 2007 y, comportan dosis de instrumentalismo al servicio de luchas fraccionales, sería erróneo optar por el silencio como ha pasado en el PRD. Más aun cuando los procesos de renovación de dirigencias nacional y estatal impregnan ya todos los actos, tendiendo a convertir propuestas de aparente buena fe en arma para defender planillas, como la exigencia de renuncia de las dirigencias estatal y municipales planteada por Nueva Izquierda (NI), en respuesta a los malos resultados electorales del 2007 y de la “crisis” del PRD. Con su inconfundible franqueza, así lo reconoció el regidor electo Isaías Leal, dirigente estatal de NI, argumentando que la permanencia de la dirigencia no daba garantías de imparcialidad, atribuyendo a la renuncia carácter de norma estatutaria.
Los balances fueron críticos, pero poco autocríticos, pues, por ejemplo, José Luis López Duarte desmintió a Magaly Reyes de Regeneración, cuando recordó que el Congreso Estatal Extraordinario había aprobado por una mayoría de 20 votos la alianza con el PRI, generando una estrategia electoral “errática” que demuestra la falta de “identidad opositora” reconocida por la presidenta Imelda Castro, estrategia acotada por el presidente nacional Leonel Cota, quien, sin embargo, dio pie para que casos particulares como Choix concertaran la alianza. También él habría de sostener la candidatura itinerante de Víctor Torres en Ahome. El asunto implica discutir el papel de las candidaturas externas y las conductas adoptadas; sin proponer su rechazo, creemos que no deben sustituir la construcción de las nuestras, pues la experiencia demuestra que sus frutos son espejismos fugaces, como fueron los Leyson, Angulo, Gandarilla, Flores y ¿Rubio?
Defendiendo la alianza PRI-PRD sustentada en “una certidumbre” catastrofista que auguraba el desastre del PRI y PRD por el inminente “arribo de la derecha”, la Federación de Redes que dirige Miguel Jardines califica de incongruente e hipócrita “la política de alianzas” perredista por haberse sustituido por “acuerdos vergonzantes…con el PRI”; como si la aceptación tácita lo salvara de su propia condena contra las “desviaciones” “entreguista (s)” y la “cultura de la derrota electoral”. Aliarse con un PRI que gobierna, sin duda, hubiera significado “plantearse con seriedad -como dicen- la conquista del gobierno”; lo que no es cierto es que eso permitiera “impulsar un proyecto alternativo” (p.3) que fortaleciera nuestra identidad de izquierda. Olvidan además que su “certidumbre” terminó en un desplome del PAN.
Bajo el abstencionismo de hasta 60% (Culiacán) pueden estar estos asuntos y la ausencia real de campañas, pero también el agotamiento de la vía electoral y pacífica para el cambio democrático (estimulada por esas indefiniciones), pues lo que electoralmente aparece como desaliento, se convierte en violencia en las protestas sociales; más aun si se toma en cuenta que un 10% de los ciudadanos pidieron armas a AMLO para defender su triunfo del 2006, su insistencia en que confía en la resistencia pacífica y que no convocará a la violencia, las diversas acciones guerrilleras y la incontenible violencia delincuencial.
El interés por rescatar la identidad opositora (de izquierda) perredista, se vuelve confuso negando el fraude del 2006, explicando el resultado por los errores partidistas y al menosprecia la función democratizadora de la resistencia pacífica en marcha, pues la campaña de AMLO asumió un claro perfil social y de izquierda plasmado en su slogan central de “Por el bien de todos, primero los pobres”, que si bien podría haber subestimado la importancia de las clases medias, como se dice, no por ello perdió la eficacia que condujo a un triunfo que solo el fraude detuvo. Aunque estas críticas se han desvanecido y sutilizado desde el primer balance del primer Consejo Estatal posterior al 2 de julio, resurgen cuando se reivindica a quienes dicen que “la estrategia de AMLO hizo que se alejaran muchos ciudadanos que habían votado por el PRD”; al sostener que hubo “pérdida de rumbo del PRD después del 2 de julio” (Imelda Castro) o al resolver enigmas destacando que “la sociedad le cierra puertas al PRD cuando éste endurece sus posturas”, contra el hecho inocultable de que “la estructura perredista es demasiado vulnerable y su dirigencia se muestra incapaz de contrarestar los efectos negativos de una campaña mediática” incisiva (T. Guerra). Por eso es relevante proponer “asumir los acuerdos de la tercera asamblea de la CND”(Lucas/Max).
En síntesis, la discusión giró en torno a la definición de estrategias, que solo pueden orientarse al relanzamiento de la lucha por el cambio democrático traicionado nacionalmente y estancado localmente, pese a la pretensión gubernamental de que “Sinaloa Avanza”, pero con pobreza, manejos Electorales, privilegios en la inversión pública, violencia, delincuencia y descomposición social e institucional. Esto da vigencia a la lucha por la democracia, a programas de inversión orientados a redistribuir igualitariamente renta y riqueza, a la lucha contra la corrupción y demandas culturales señaladas.
Aunque López Duarte negó que hubiera consensos, la idea de Isaías Leal en el sentido de que se repetían viejos argumentos sugiere que solo faltan decisiones que eliminen las trabas que impiden desarrollar al PRD. Las propuestas así lo demuestran, desde donde puede diseñarrse una estrategia basada en la voluntad de cambio por parte de quienes sustentan hoy la dirección del partido, lo cual pone en el centro la necesidad de transformar la dinámica de funcionamiento de las corrientes, no definidas por plataformas políticas, sino por afanes reposteriles que degradan un ambiente partidario que no solo debe, como se reconoce, reconstruir y conectar el cuerpo a su cabeza, para contar con pies y boca propios para caminar y defender sus fines sin depender de las estructuras de sus adversarios (prensa por ejemplo), sino también crear los marcos de convivencia conjunta para actuar como partido y no como “partiditos” (JLLD) que compiten entre si y se contrarestan. Que los recursos destinados a las instancias deben estar en función del trabajo que realicen, SI; pero también de los planes políticos aprobados por ellas.
Compartiendo la idea de que debemos recuperar el contacto permanente con la sociedad y sus actores organizados, sin embargo, esto no vale si lo hacemos divididos y con tantas propuestas como corrientes existen, muchas veces encontradas y en trincheras enemigas lanzando “fuego amigo”. Así sucedió en el movimiento agrícola, la UAS y las elecciones. No se trata de técnica organizativa, sino de orientación para el cambio democrático. Para que la idea sea eficaz requiere orientación para no convertirnos en oficina de partes y de “gestión” apolítica al servicio de los adversarios y manipulada por los gobiernos, como ha llegado a suceder.
Estamos frente a un proceso de definiciones que debe dirigirse con respeto y tolerancia, donde deben ubicarse las campañas por el cambio de dirigencias, para que puedan convertirse en instrumento y no fardo de lo que pretendemos. El “relevo generacional” del que se ha hablado, no debe significar confrontación, sino transmisión de una herencia de lucha que, desgraciadamente está por rescatarse.

ATENTAMENTE
Culiacán, Sinaloa a 26 de Noviembre de 2007
Arturo Zavala Zavala/Alma Nidia Cossío/Guillermo Sandoval/ Magaly Reyes Chávez

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