Precisa que López Obrador no desechará su percepción de que el año pasado hubo un fraude electoral y, por tanto, para él, Felipe Calderón seguirá siendo un “usurpador”.
Milenio.com
México, D.F.- Manuel Camacho Solís es la voz que habla por Andrés Manuel López Obrador. A un año de que el tabasqueño fue ungido como presidente legítimo, el ex regente capitalino afirma que, gracias a “un cambio gradual”, el perredista ha ido asimilando y digiriendo la derrota electoral de 2006.
Precisa que López Obrador no desechará su percepción de que el año pasado hubo un fraude electoral —y, por tanto, para él, Felipe Calderón seguirá siendo un “usurpador”—, pero asegura que, conforme han transcurrido los meses, el ex jefe de Gobierno capitalino acepta la realidad de que el panista es “el Presidente formal” de México.
Durante una larga charla realizada en sus oficinas de las Lomas de Chapultepec, Camacho Solís refuta, a nombre de López Obrador, las afirmaciones del analista Roger Bartra, quien, en entrevista publicada el domingo pasado en MILENIO, consideró que AMLO “es una lastre para la izquierda”: “Andrés Manuel sí se ha reinventado: ni siquiera está obsesionado con ser candidato o Presidente en 2012. Eso ya no tiene importancia para él. Lo que es realmente trascendental para él es liderar un movimiento social en gestación que crezca, se solidifique y amplíe. Si en 2012 hay alguien con mejores posibilidades de encabezar una candidatura presidencial de izquierda, Andrés Manuel se hará a un lado”, asegura Camacho Solís.
El ex comisionado para las paz durante el conflicto de Chiapas en 1994 confirma que hace unas semanas iba a darse una gran ruptura en la izquierda —cisma que iba a ser anunciado el domingo pasado—, pero López Obrador tejió un gran acuerdo político con todas las corrientes del PRD y sus aliados en el Frente Amplio Progresista (FAP) a fin de evitar tal división, que “hubiera terminado con la izquierda mexicana”.
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Enfático casi siempre, incómodo por instantes ante algunas preguntas, Camacho Solís elabora un extenso “análisis político” para defender durante más de una hora lo que López Obrador ha hecho a lo largo de un año.
De las argumentaciones de quien fue líder del extinto Partido de Centro Democrático surgen conceptos breves y rotundos. Así, sobre López Obrador, dice:
—Él acepta ya que Calderón es “el presidente formal” de México, pero nunca va a avalar que el panista sea el presidente legítimo, porque está convenido de que hubo fraude.
—Con el tiempo ha ido asimilando la derrota de 2006, digiriendo que él no es presidente, aunque está convencido de que no perdió y, por ello, obviamente, no va a digerir que el otro sea presidente.
—Prefiere pagar el costo político de no ser candidato o presidente en 2012 antes que modificar su línea política dura ante lo que acontece hoy en el país y que él previó: desempleo, carestía, cobro de facturas (como la cesión de Aeroméxico al ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial José Luis Barraza).
Eventualmente, ante unos comicios, lo hará: se correrá al centro. Si se moderara ahora sería percibido como un traidor, y eso lo liquidaría políticamente.
—Andrés Manuel no está cavando su tumba ni creando una Numancia para la izquierda: sobrevivió políticamente (prácticamente sin estar en la televisión), no llevó al país a una confrontación, evitó la ruptura de la izquierda, y mantiene vivo un movimiento político.
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En cuanto al primer año de la presidencia legítima, dice:
—Fue un simbolismo que le decía a la gente: No voy a negociar con Calderón y no me vendo.
—Hubo una declinación en cuanto a la intención del voto y a la imagen de Andrés Manuel, pero eso ya empieza cambiar. Hoy todavía tres de cada diez mexicanos piensan que hubo fraude.
—Lo importante para Andrés Manuel hoy es mantener vivo el movimiento para tener posibilidades de ganar en 2009 con una izquierda unida.
—Decir que lo que estamos haciendo nos lleva al triunfo irremediable y absoluto me parece una tontería tan grande como decir lo contrario, que nos va a llevar al fracaso.
—Que un año después de que te quedas sin la Presidencia vayas a los pueblos —sin lana— y la gente salga a apoyarte sin acarreos, y que todavía 30 por ciento de la gente crea que tienes la razón, a pesar de que estás marginado de la televisión; oye, eso es sobrevivir en la política, eso es eficacia.
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Acerca de la izquierda, confirma que:
—El domingo pasado se iba a anunciar un gran cisma (tanto en el PRD como en el FAP); Andrés Manuel iba a tener que fijar su posición: “O nos quedamos o nos vamos y nos enfrentamos a toda la clase política, incluida la perredista”; el rompimiento estuvo cerca, muy cerca, hubo un gran riesgo; AMLO evitó la ruptura: tejió y encabezó un pacto que la evitó; todos se portaron a la altura —Jesús Ortega, Alejandro Encinas, Guadalupe Acosta, Alberto Anaya (PT), Dante Delgado (Convergencia)…—; todos —empezando por él— tuvieron que ceder algo para asegurar la unidad del movimiento.
—Se llegó a un acuerdo: no más pretensiones hegemónicas: puede haber diferencias ideológicas. Tienen que coexistir radicales y moderados; los gobernadores no pueden pelearse con el gobierno federal; los legisladores tienen que negociar o van a perder todas las votaciones; el partido y el FAP tiene que ganar elecciones, y el papel de Andrés Manuel es no tener que sujetarse a todo eso, conservar la unidad y coherencia del movimiento, y mantener la presión social.
—Si AMLO hubiese sido echado del PRD no hubiese dejado de luchar: hubiese participado en “otra fuerza política”, o hubiese “formado otro partido”, y, dividida, se hubiera acabado la izquierda en México.
—Si AMLO fuera expulsado de la izquierda, o lanzado al ostracismo, sería el festín de la derecha: sin AMLO la izquierda no gana elecciones. Andrés Manuel López Obrador y su movimiento, en voz de Manuel Camacho Solís.
Juan Pablo Becerra-Acosta M.
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